domingo, julio 23, 2006

¿Y si Meléndez tuviera razón?

¿Te imaginas? Años de poner verde en Internet a Meléndez y su movida polvorienta, y ahora resulta que le dan el Nobel de Medicina. Hay que joderse...

Hombre, de cualquier manera, ya se veía venir. Los primeros estudios sobre los potenciales efectos terapéuticos de la glicina son de la segunda mitad del siglo XX. En los años 90 se publicaron decenas de estudios clínicos experimentales que señalaban el potencial de la glicina como coadyuvante en el tratamiento de enfermedades como la esquizofrenia, por su papel como neurotransmisor. Y también de esa misma época datan los ensayos clínicos sobre las dietas enriquecidas con metabolitos del colágeno para el tratamiento de enfermedades degenerativas osteoarticulares. De manera que, efectivamente, antecedentes científicos "formalmente bien obtenidos" ya existían cuando se levantó la polémica...

Porque "la polémica", señoras y señores, no se levantó por lo que propuso Meléndez, sino por cómo pretendió demostrarlo. Por pretender experimentar con humanos, sin ningún tipo de garantía ética, ni de procedimiento ni controles externos (luego se supo que tampoco había garantías sanitarias, ya que los aminoácidos que comercializaba no estaban en un principio destinados al consumo humano directo). A pesar de todo, no hubo una avalancha de reclamaciones de consumidores "violados" por este proceder absolutamente irespetuoso; al contrario, sus corifeos mediáticos lo elevaron a los altares, ora como el nuevo Ramón y Cajal, ora como un mártir más de la Ciencia real (la que funciona) frente a la Ciencia oficial (la que engaña y no sirve para nada).

El muraglitazar, o cómo aprender de los errores

Pero no sólo Meléndez estaba sobre la pista de la glicina como "fármaco maravilloso" que sirve para todo. En una búsqueda sobre bibliografía científica te encuentras una barbaridad de referencias sobre potenciales usos terapéuticos de la glicina. Algunas de estas publicaciones tienen ¡más de 25 años! (¿pero no habíamos quedado en que esto lo había descubierto Meléndez?), y muestran que el aminoácido de las narices se ha estudiado para (a ver si les suena): mejorar el rendimiento deportivo de los atletas, aumentar la capacidad de memoria y la calidad del
sueño, proteger el hígado ante lesiones agudas (otro anti-borrachera "probado", como la vitamina B6), tratamiento de la esquizofrenia y trastornos del ánimo, control de los trastornos de los lípidos y...¡tratamiento de la diabetes!. Incluso, estoy por asegurar que he visto algún artículo que hablaba de los efectos sobre la enfermedad periodontal... Qué cosas, ¿verdad?. Y, a lo mejor, Meléndez ni siquiera sabía todo esto.
Claro que, a lo mejor, tampoco sabía que un ensayo clínico prospectivo, doble ciego controlado con placebo, publicado en 1999, demostró que la glicina no era eficaz en el tratamiento del autismo. A lo mejor, tampoco sabía que una revisión sistemática de la Colaboración Cochrane de 2006 mostró que no hay evidencia de que la glicina tenga efecto alguno en las enfermedades mitocondriales. O que un estudio experimental publicado en Diabetes Research in Clinical Practice de 1999 demostró que la excreción urinaria de glicina (que es lo que ocurre cuando, entre otras cosas, aumenta el aporte de glicina al riñón con suplementos como los melendezianos) induce disfunción tubular renal y favorece el fallo renal en pacientes diabéticos. O que estudios experimentales en animales, publicados en 1980, sugieren un efecto mutagénico de la dimetilglicina. O que el ensayo publicado en Metabolism de 2005 muestra que los niveles elevados de glicina se relacionan con mayor riesgo de muerte por enfermedad cardiaca.
A lo mejor, no sabía nada de esto. Alomojó.
Quien parece que tampoco sabía nada de esto era la FDA americana. En 2005, dos poderosos laboratorios farmacéuticos lanzaron a bombo y platillo un nuevo y revolucionario fármaco: el muraglitazar. Se trata de un derivado de la glicina que ha mostrado tener efecto en controlar los niveles de azúcar en los pacientes diabéticos, y al mismo tiempo, normalizar sus niveles de colesterol y triglicéridos. Y todo con una sola pastilla. Si tenemos en cuenta, además, que otras moléculas de su misma familia habían demostrado tener efectos positivos en mejorar el estado inmunitario general de los sujetos, pues entonces apaga y vámonos...
Pero, con las prisas para que la FDA aprobara su comercialización, "se les olvidó" mencionar que este fármaco parece aumentar de manera desproporcionada la mortalidad por infarto de miocardio, insuficiencia cardiaca y accidentes cerebrovasculares. Vaya despiste más tonto... Total, que ahora andan a la greña para ver quién de todos ellos se ha corrompido más, y por cuánto. ¿Aprenderemos algo los demás de este (nuevo) escándalo farmacéutico? Alomojó.