miércoles, junio 14, 2006

UN DÍA MÁS

- Buenos días
- Buenos días. Siéntese, por favor
El hombre se sienta en un respetuoso silencio. El médico aún no ha levantado la vista de la montaña de recetas que firma entre un paciente y otro; números de la Inseguridad Social que se repiten sin tregua, con la absurda monotonía de la enfermedad cotidiana.
Cuénteme que le pasa. Nada en particular, en realidad: esta tosecilla que tengo desde hace una pila de tiempo y que me corta el resuello de cuando en cuando. No, no he tenido fiebre, y apenas arranco algún esputo. ¿Que si me canso? Hombre, lo normal; tenga en cuenta que llevo veintipico años fumando un paquete de tabaco diario. Sí, ahora que lo dice, ahora se me va la voz con más frecuencia que antes. No vea usted lo que se cachondean de mí en el trabajo cuando suelto un gallo de los míos. No, no he escupido sangre; a lo mejor, algún resto de sangre oscura en estos días sí he podido tener cuando limpio los bronquios por la mañana con el primer pito del día...
El médico levanta la cabeza y mira por primera vez al hombre que tiene enfrente . No, no le conoce de nada, aunque según su historial ha pasado media docena de veces por la consulta. ¿Cuántos años podrá tener, cuarenta y cinco, tal vez cincuenta? Asusta pensar que alguien pueda tener ese aspecto con cincuenta años. Espera: según su historial, apenas acaba de cumplir cuarenta y dos años. Dios, qué delgado está. ¿Está usted haciendo algún régimen?
No, no estoy haciendo régimen. Pero, de unos meses a esta parte, la verdad es que apenas tengo apetito y, claro, llega un momento en que los pantalones me bailan en la cintura y tengo que abrirme uno o dos agujeros más en el cinturón. ¿Ese bulto en el cuello? Sí, es nuevo, de hace unas dos semanas, creo. En fin, usted me dirá.
No, no le diré. Veo que se ha hecho una radiografía por su cuenta. Déjeme verla.
El médico no quiere ver la imagen de la placa radiográfica. No necesita verla. Sabe que está ahí, asomando junto a la silueta del corazón, extendiendo sus pinzas hacia el pulmón, anunciando el desastre.
Traga saliva y compone el gesto como ha hecho (¿decenas?¿centenares?) de veces. Mira al condenado. Sus palabras dicen cuénteme que me pasa; sus ojos dicen que no hace falta pronunciar la sentencia.
Parece que hay una sombrita extraña en la radiografía. Va a ser necesario ingresarlo unos días para hacerle más pruebas y saber qué es lo que le ocurre. No se apure; seguro que al final no es nada importante.
El hombre se levanta lentamente de la silla simulando que se ha creído la mentira, y abandona lentamente la consulta. Y el médico suma mentalmente al pobre individuo - joder, sigo sin poder acordarme de su nombre - a los más de 53.000 pobres individuos anónimos que cada año liquidan su hipoteca con el tabaco en nuestro país.
¿Hasta cuándo?

martes, junio 06, 2006

Reuniones "científicas"

Esta semana he vuelto de una reunión "de lo mío". Normalmente intento acudir a una de estas reuniones cada dos años, pero a ésta en concreto no iba desde hace más de un lustro. Es un gusto encontrar amigos y gente con tus mismos intereses, pero la impresión general es... qué quieres que te diga... una mierda insulsa.
A este tipo de reuniones multitudinarias (5.000, 8.000 participantes o así) acuden varios tipos de personas. Por una parte, están los que van a intentar aprender algo de los sabios. Afortunadamente, este grupo es minoritario (mal nos iría si, en la era de la información, todavía tuvieras que acudir a un foro internacional para saber qué se cuece en tu campo de trabajo).
Muy parecidos a éstos, pero sutilmente diferentes, son los mitómanos. Sólo van a los simposios en los que participa la estrella del momento. Les importa un carajo que sea Ronaldinho hablando de Física cuántica: lo que ellos quieren es ver al mito, al dueño de ese apellido que se repite 456 veces en la lista de autores cuando haces una búsqueda bibliográfica en PubMed. Y se van del certamen felices porque han podido ver al SABIO con todas las mayúsculas del mundo. No te digo la cara que ponen si consiguen hacerle una pregunta en público o sacarse una foto a su lado (aunque la estrella esté en ese momento sacándose un moco con el pulgar).
También puedes ver a los conspiradores. Son esos sujetos que van a estas reuniones para encontrarse con Fulanito y Menganito, y diseñar la mejor estrategia para cepillarse (intelectualmente, me refiero) a Zutanito. Los reconoces fácilmente porque pululan de corrillo en corrillo, raramente salen de la cafetería (donde parecen haberse sacado un abono para una de las mesas de la esquina), y no entran a una conferencia ni por equivocación, no vaya a ser que les salga un sarpullido. Entre esos conspiradores podemos incluir a los que sólo acuden a ver la exposición técnica con las últimas novedades en aparatos y tecnología inaccesible; siempre negociando entrevistas, presentaciones de novedades, precios ventajosos - y alguna comisioncilla que pudiera caer. Repulsivos, pero utiles, a fin de cuentas.
Caso aparte son los japoneses. Todos iguales, todos juntos, todos serios, todos trajeados aunque haga 40º en la sala y todo el mundo ande en camiseta. No se enteran una mierda de lo que pasa a su alrededor, pero acuden a TODO lo que se organice. Para no perdérselos.
En fin. Creo que tardaré al menos otro lustro e ir a una reunión como ésta. Me aburren, y en cierto modo me asquean. Sobre todo viendo el mercadeo de la industria. Lo dicho: una mierda insulsa.