lunes, julio 31, 2006

España(s)

Cuando mi bisabuelo nació, había españoles nacidos en territorio español, de cara plana y ojos rasgados que hablaban en tagalo. Todavía el "Maine" surcaba las aguas del Caribe y a los yanquis no se les había ocurrido liberar Cuba.
A uno de mis abuelos le tocó en suerte dejarse un brazo en la batalla del Ebro, luchando en el bando nacional junto a españoles, nacidos en territorio español, que usaban chilabas y hablaban en árabe. Cuando yo nací, todavía eran españoles nacidos en España, aunque España se encontrara en Cabo Juby y Sidi Ifni.
Cuando estudié aquella lejana EGB, España se componía de regiones "históricas" (Vascongadas, Castilla la Vieja, Castilla la Nueva, como si la hubieran comprado más tarde...); luego, de Comunidades Autónomas. Pasado mañana, de realidades nacionales, nacionalidades históricas, archipiélagos atlánticos y mediterráneos, y de confederaciones de pueblos históricos de sentimiento nacional patrio, o lo que se les vaya ocurriendo a las acémilas que tenemos colocadas en el poder en cada momento.
Y, es curioso, en ningún momento recuerdo a ninguno de mis profesores definiendo qué demonios era España. Recuerdo bien, eso sí, cómo el territorio peninsular se unía y desgajaba sucesivamente a lo largo de los siglos, siempre por voluntad de sus gobernantes pero nunca, nunca, por iniciativa de los pueblos que ocupaban tal territorio. Sin embargo, debo confesar que nunca fue un tema que me preocupara. Es como la definición de "número": un concepto enormemente complejo de definir, pero todo el mundo sabe a qué nos referimos cuando hablamos de él. Y, si creen que definir España es fácil, dénse una vuelta por aquí.
Somos del lugar que somos. Europeos si estamos en Estados Unidos; españoles cuando visitamos Francia; andaluces si estamos en Madrid y sevillanos si tapeamos en Cádiz. Y de Triana si estamos al otro lado del río, faltaría más. ¿Significa eso que el trianero ha dejado de ser español? No; simplemente, su referente ha quedado algo más lejos, eso es todo. Yo, personalmente, no voy a volverme loco con todo este lío. Me hace gracia verlo desde fuera, eso sí.

jueves, julio 27, 2006

De aniversarios y guerras inciviles

El aniversario del Glorioso Alzamiento Nacional (al Caudillo le duró el alzamiento 40 años, por eso se le llamó "Glorioso"; ríete de la viagra) me pilló fuera de las Españas, así que no sé si los del Frente Nacional engrasaron sus sillas de ruedas y fueron a honrar a figuras insignes (Blas, Pepe Antonio, Paco, la nietísima y parecida grey) en la Plaza de Oriente. Curiosamente, me encontró contemplando una exposición fotográfica permanente, dedicada a las consecuencias de otro Glorioso Régimen que iba a traer Mil Años de Paz a su pueblo y que dirigió un señor cuyo nieto cantó en los 80 en Glutamato Yeyé.
Junto a las fotos del barrio histórico de la ciudad tras la triunfal entrada de los Aliados(casi mil años de historia convertidos en un solar), sólo había una pregunta: "¿Era necesaria toda esta destrucción?".

El viajero

El viajero se sienta junto a la ventana y mira al paisaje que se desdibuja velozmente al paso del tren. Le resulta curioso contemplar cómo los objetos más inmediatos apenas quedan una fracción de segundo en su retina, mientras las colinas del horizonte se desplazan lentamente, dando sentido al conjunto. Como la vida.
Al viajero le gusta el tren. Disfruta sintiéndose libre para bajarse en cualquier estación, en un apeadero sin nombre; sin tener que dar explicaciones a nadie. La gente sube y baja, y nadie permanece a su lado demasiado tiempo. Como la vida.
Ahora la locomotora arranca pesadamente, y un hombre viene a ocupar el sitio de enfrente con un gruñido initeligible y el pesado sonido de su cuerpo al dejarse caer en el asiento.
Antes incluso que su aspecto, al viajero le llega el olor del extraño. "Huele a pobre", es lo primero que salta a su mente. En realidad, el viajero no tiene ni la más remota experiencia personal de a qué huele la pobreza, si es que huele a algo concreto; pero sabe que se trata de ese olor, mezcla de sudor viejo y ropa ajada por el uso continuado. Le dedica entonces una larga mirada. No hay mucho que ver, en realidad; parece un obrero como otros tantos que vuelve del polígono industrial a su casa del extrarradio después de una agotadora jornada siendo explotado por sus semejantes (el viajero no puede evitar recordar aquel viejo chiste soviético sin gracia: "¿qué es el capitalismo? La explotación del hombre por el hombre. ¿Y el comunismo? Pues, justamente, lo contrario"). Zapatos de suela gruesa, pantalón sin forma, cinturón de herencia familiar, camisa de color y antigüedad indefinidas...
La mirada del viajero se cruza entonces con la del desconocido, y le sorprenden unos inopinadamente hermosos ojos azul grisáceo, de expresión cansada. Hablan de sacrificios sin número, de ilusiones quemadas en la parte trasera de una furgoneta, de promesas de futuro mejor abandonadas junto con el visado de entrada en una cuneta al lado de los invernaderos donde fue esclavizado por vez primera.
El viajero siente una vaga sensación de vergüenza, y aparta la mirada. Fuera, los árboles pasan velozmente sin dejar recuerdo, mientras unos edificios inmutables se agrandan en el horizonte a medida que el tren se acerca a ellos...

domingo, julio 23, 2006

¿Y yo qué c...oño hago aquí?

Hola. ¿Hay alguien?

Igual no me lee nadie. Pues bueno, pues vale, pues me alegro. Me leo yo, y con eso me basta. Una suerte de onanismo intelectual, que también viene bien para una mente esquizoafectiva como la mía. ¡Ah! otra cosa: ésta es mi diminuta parcela de Internet. Aquí me expreso como me venga en gana. Aceptaré a quien me dé la gana, y borraré sin compasión a quien me salga de los cataplines. Avisado quedas.

Permítanme que me presente. Soy un varón de mediana edad, heterosexual, casado, con hijos. He cursado estudios universitarios y me gano la vida razonablemente bien en un puesto de trabajo relativamente estable como interino. Me considero razonablemente sano y básicamente feliz con mi vida. ¿Que a qué me dedico? Comunico sentencias de muerte. A diario. Y no me estoy riendo.

Vaale, lo confieso; escribo este blog porque me ha entrado el gusanillo después de un largo e intenso diálogo de sordos con otro ente internetero que se hace llamar Tosinfoal, al que zurran (zurramos) la badana en varios blogs donde expone sus ideas, que en algunos casos son bastante peregrinas. Hombre, no es que haya creado este blog para ponerlo a caldo; el pobre ya tiene suficiente con aguantarme por ahí. Pero es que dice cosas que realmente claman al cielo, qué quieren que les diga. Para curiosos/as, pueden golifiar
aquí.

Todo esto surge por el llamado "caso Meléndez"; ya saben, el de los polvos. Jamás en la historia de la Humanidad había sido tan polémico hechar unos polvos por ahí y sin control. A veces me pregunto por qué este caso me subleva de la manera que lo hace. En realidad, a mí no me va ni arte ni parte en ese negocio. En otras palabras: no me considero parte interesada - ni en lo positivo ni en lo negativo - por las actividades de Enrique Meléndez y el IMC.

Aviso para los seguidores / defensores / fans de Meléndez: no me cuenten entre sus filas. Así que, si no quieren leer una voz crítica, ahórrense el ladrillo y vayan a otro post que les regale los oídos. Pero hasta la Iglesia Católica incluye un abogado del diablo en los procesos de canonización...

Personalmente, me importa un comino si Meléndez se hace millonario o se arruina con el negocio de los factores. Tampoco es que vaya a perder el sueño si le conceden el Nobel o le recetan un pasaporte a Tenerife II. Ítem más: tampoco me importa demasiado si todos los gordos del mundo adelgazan hasta la caquexia, los cojos caminan, los ciegos ven y los muertos se levantan de sus tumbas (bueno, eso sí que me acojona un poco, ya ves...). No creo que vaya a perder mi trabajo, o estropear mi felicidad personal por ello.

Lo que no me gusta es que me tomen el pelo. Y esto es tan válido para Meléndez, como para el Hugo Jané que anuncia sus milagrosos polvos Reduce Fat Fast, o las pulsera magnéticas, los sorprendentes aparatos de gimnasia sacados de museos de la Inquisición, los alargadores del pene o la leche con ácidos omega-3 (¿por qué habré puesto estos dos últimos ejemplos juntos?).

Nos engañan. Nos toman el pelo. Nos utilizan como masa amorfa e idiotizada que compra sus productos milagrosos... que, casualmente, sirven para arreglar los desaguisados que previamente han producido los mismos interesados con sus grasas insaturadas, sus aparatos para hacernos más cómodos y sedentarios, sus refrescos de cola hiperglucémicos y sus drogas legales. Se aprovechan de que hemos perdido el espíritu crítico (si es que alguna vez lo tuvimos), y hacen fortuna con la desgracia del prójimo. ¿Esto va también por las compañías farmacéuticas? Pues claro que sí. ¿O quién te crees que sintetiza la glicina y el aspártico que vende el IMC?.

¿Que los laboratorios farmacéuticos son unos sinvergüenzas? Seguro. ¿Ganan dinero con las enfermedades de la gente? Eso está claro; más aún: llevan AÑOS inventando enfermedades para poder vender fármacos que las remedien. A fin de cuentas, son EMPRESAS, y su objetivo en este mundo no es hacernos más felices a nosotros, sino a sus accionistas.


¿El tabaco es un veneno? Eso ya no lo dudan ni las propias tabaqueras. ¿Debería ser ilegal, y no lo es porque las multinacionales del pitillo son muy poderosas? Pues claro que sí, no te jode: fíjate si no en lo que gastan en publicidad en el Ferrari de Schumacher.

Y ahora, dime: de todos los argumentos que he dado en los párrafos anteriores, ¿cuál justifica que un Dr que no es médico venda un medicamento disfrazado de nutriente para tratar enfermedades de manera indiscriminada, al margen de la Ley?

¿Que por qué no me gusta lo que hace Meléndez? Pues porque ha hecho trampa. Y, en un científico (o alguien que presume de serlo), la trampa se perdona mal. Es chungo que te sodomicen, pero que lo haga Papá Noel jode todavía más.

¿Y si Meléndez tuviera razón?

¿Te imaginas? Años de poner verde en Internet a Meléndez y su movida polvorienta, y ahora resulta que le dan el Nobel de Medicina. Hay que joderse...

Hombre, de cualquier manera, ya se veía venir. Los primeros estudios sobre los potenciales efectos terapéuticos de la glicina son de la segunda mitad del siglo XX. En los años 90 se publicaron decenas de estudios clínicos experimentales que señalaban el potencial de la glicina como coadyuvante en el tratamiento de enfermedades como la esquizofrenia, por su papel como neurotransmisor. Y también de esa misma época datan los ensayos clínicos sobre las dietas enriquecidas con metabolitos del colágeno para el tratamiento de enfermedades degenerativas osteoarticulares. De manera que, efectivamente, antecedentes científicos "formalmente bien obtenidos" ya existían cuando se levantó la polémica...

Porque "la polémica", señoras y señores, no se levantó por lo que propuso Meléndez, sino por cómo pretendió demostrarlo. Por pretender experimentar con humanos, sin ningún tipo de garantía ética, ni de procedimiento ni controles externos (luego se supo que tampoco había garantías sanitarias, ya que los aminoácidos que comercializaba no estaban en un principio destinados al consumo humano directo). A pesar de todo, no hubo una avalancha de reclamaciones de consumidores "violados" por este proceder absolutamente irespetuoso; al contrario, sus corifeos mediáticos lo elevaron a los altares, ora como el nuevo Ramón y Cajal, ora como un mártir más de la Ciencia real (la que funciona) frente a la Ciencia oficial (la que engaña y no sirve para nada).

El muraglitazar, o cómo aprender de los errores

Pero no sólo Meléndez estaba sobre la pista de la glicina como "fármaco maravilloso" que sirve para todo. En una búsqueda sobre bibliografía científica te encuentras una barbaridad de referencias sobre potenciales usos terapéuticos de la glicina. Algunas de estas publicaciones tienen ¡más de 25 años! (¿pero no habíamos quedado en que esto lo había descubierto Meléndez?), y muestran que el aminoácido de las narices se ha estudiado para (a ver si les suena): mejorar el rendimiento deportivo de los atletas, aumentar la capacidad de memoria y la calidad del
sueño, proteger el hígado ante lesiones agudas (otro anti-borrachera "probado", como la vitamina B6), tratamiento de la esquizofrenia y trastornos del ánimo, control de los trastornos de los lípidos y...¡tratamiento de la diabetes!. Incluso, estoy por asegurar que he visto algún artículo que hablaba de los efectos sobre la enfermedad periodontal... Qué cosas, ¿verdad?. Y, a lo mejor, Meléndez ni siquiera sabía todo esto.
Claro que, a lo mejor, tampoco sabía que un ensayo clínico prospectivo, doble ciego controlado con placebo, publicado en 1999, demostró que la glicina no era eficaz en el tratamiento del autismo. A lo mejor, tampoco sabía que una revisión sistemática de la Colaboración Cochrane de 2006 mostró que no hay evidencia de que la glicina tenga efecto alguno en las enfermedades mitocondriales. O que un estudio experimental publicado en Diabetes Research in Clinical Practice de 1999 demostró que la excreción urinaria de glicina (que es lo que ocurre cuando, entre otras cosas, aumenta el aporte de glicina al riñón con suplementos como los melendezianos) induce disfunción tubular renal y favorece el fallo renal en pacientes diabéticos. O que estudios experimentales en animales, publicados en 1980, sugieren un efecto mutagénico de la dimetilglicina. O que el ensayo publicado en Metabolism de 2005 muestra que los niveles elevados de glicina se relacionan con mayor riesgo de muerte por enfermedad cardiaca.
A lo mejor, no sabía nada de esto. Alomojó.
Quien parece que tampoco sabía nada de esto era la FDA americana. En 2005, dos poderosos laboratorios farmacéuticos lanzaron a bombo y platillo un nuevo y revolucionario fármaco: el muraglitazar. Se trata de un derivado de la glicina que ha mostrado tener efecto en controlar los niveles de azúcar en los pacientes diabéticos, y al mismo tiempo, normalizar sus niveles de colesterol y triglicéridos. Y todo con una sola pastilla. Si tenemos en cuenta, además, que otras moléculas de su misma familia habían demostrado tener efectos positivos en mejorar el estado inmunitario general de los sujetos, pues entonces apaga y vámonos...
Pero, con las prisas para que la FDA aprobara su comercialización, "se les olvidó" mencionar que este fármaco parece aumentar de manera desproporcionada la mortalidad por infarto de miocardio, insuficiencia cardiaca y accidentes cerebrovasculares. Vaya despiste más tonto... Total, que ahora andan a la greña para ver quién de todos ellos se ha corrompido más, y por cuánto. ¿Aprenderemos algo los demás de este (nuevo) escándalo farmacéutico? Alomojó.